Además de ser uno de los principales industriales de las últimas décadas, Lee Iacocca hizo de la industria americana del automóvil un gigante que solo ha podido ser cuestionada en los últimos años por europeos, japoneses y, más recientemente, por la potencia del desarrollo ascendente de los chinos. El 2019 vio el final del gran magnate y la noticia consternó a la industria. Iacocca venía de Ford, de su espacio y dominio, de la producción que consagró y fue un modelo para el capitalismo industrial desarrollado de nuestros días. Fue estudiante de ingeniería en Ford Motor hasta escalar todos los peldaños posibles y convertirse en el mandamás de Chrysler.
Iacocca se dio el lujo un día, en entrevista, de describir sus autos favoritos y entre ellos, obviamente, estaba el Ford Mustang 1964 que fue “mi primer gran éxito que se convirtió en un culto imposible de duplicar”. El Ford Mustang es creación del gran Iacocca, uno de los hombres más interesantes en lo que a la definición del capitalismo de competencia se refiere. A los 94 años en que nos ha dejado, Iacocca intervino directamente en la promoción de los vehículos con su imagen y fama empresarial, como no se había hecho antes. Fueron los inicios de la fama del Mustang que ha sido, todo lo decimos en Drivers, el automóvil deportivo más vendido de toda la historia. Pero en los inicios Iacocca fue echado de Ford por los roces con el heredero de la legendaria compañía de automóviles, icono de la historia de la movilidad en toda la historia. De ahí provino su aterrizaje en la compañía que recogería, amaría y lo haría famoso a partir de 1978 y de la cual se convirtió en presidente en 1979, Chrysler. Llegó a tanto que el Congreso de los Estados Unidos fue aconsejado por Iacocca para que brindara garantías de préstamos a los bancos que apoyaron a la marca con más de 800 millones dólares. Estrategia que, por supuesto, rindió sus frutos.
En lo productivo llevó a cabo innovaciones tan simples como necesarias. Una de ellas fue la creación de una nueva línea sencilla llamada K-cars, la llamada minivan. Es decir, no fue ajeno a Lee que un vehículo debe ser masivo, útil y apuntar al consumidor masivo, individual o en familia. Si a ello podemos llamar el secreto de un éxito, pues bien se aplica al patrón de la Chrysler. Con ello la perennidad: ningún vehículo popular tiene la trascendencia en la memoria de la gente que el Escarabajo de la VW como lo ha sido la minivan con Chrysler. Entre un par de operaciones empresariales de alta monta en la misma Chrysler para las que Iacocca se apartaría de la compañía que lo hizo legendario para intentar comprarla de manera hostil en el interín, terminaría por convertirse en su pitchman ya en plena década de 1970, hostilidades limadas y reparadas. Como suele pasar con los inquietos, llegó un momento para Lee que puso los ojos en otros sectores de interés, para el caso su propia salsa de espagueti o una fundación enfocada en la investigación para librarnos del mal de la diabetes. Propósito más loable no puede existir. Es la historia del gran ejecutivo de la historia del automóvil en los Estados Unidos, un lince para los negocios, fallecido en Bel Air en 2019, creador de los míticos Ford Mustang o Shelby GT350 y patentador del concepto de monovolumen moderno. A él debemos guardar respetuosa memoria porque ha sido uno de los artífices de lo que hoy en día llamamos “movilidad moderna”.